La vez que
Oso Azul conoció a Iguana Enana, se enamoró profundamente de su peinado
despeinado. Era domingo, Iguana Enana había ido al mercado a comprar hojitas
verdecitas. Oso Azul, andaba por allí, escribiendo poemas con fonemas y
enamorado del color morado, cuando de pronto, vio a Iguana Enana, le echó aquella mirada y en el acto quedó con cara de impacto.
Le preguntó que si podía acompañarla sin arañarla y ella con extrañeza y sutileza dijo:
─¡No! a mí no
me gustan los osos azules, a mi gustan los ojos azules.
─Entonces voy
a la prefectura con premura, donde el prefecto muy circunspecto, a cambiar mi
nombre de hombre, me llamaré, Ojo Azul ¿qué te parece?
A
Iguana Enana le pareció gracioso aquel oso y dijo:
─Está bien,
pero no te prometo por el momento, amor ni nada ni una empanada.
Llegó Oso
Azul donde el prefecto muy circunspecto y le pidió por amor, cambiara su nombre
de hombre.
─¿Y cómo
quieres llamarte? Dame los datos para anotarlos en tus zapatos
─¡Ojo Azul!
─¡Muy bien!
─dijo el prefecto muy circunspecto─ te llamarás, Ojo Azul, y a donde vayas, si
no te bañas, tendrás la mirada muy empolvada.
Se fue Oso
Azul, que ya no se llamaba como sonaba, sino Ojo Azul como él decía que se
escribía, hasta el mercado que queda al lado, con su cara de enamorado, a
preguntar por una iguana que era una enana. ¡Nadie sabía lo que él
pedía!, porque allí cerca no había certeza de alguna iguana que fuera enana.
Triste se
puso, no tenía uso su nuevo nombre si allí no estaba su enamorada. Partió hacia
el bosque para olvidar su gran pesar.
Iguana Enana,
al enterarse, buscó en el bosque a un oso gracioso, que como andaba enamorado
no lo miraban por despistado. Caminó mucho y no lo encontró y hasta su casa se
regresó; por la mañana, ya sin lagaña, fue donde el prefecto muy circunspecto,
a rogarle por amor, su nombre de Iguana Enana se lo cambiara.
─A ver, a ver
─dijo el prefecto muy circunspecto─ ¿y cómo quiere que la llamemos? deme los
datos para apuntarlos en sus zapatos.
─Quiero
llamarme, Oja Azul, para ser novia de, Ojo Azul.
─Nadie se
llama de esa manera y si es por el oso que es muy gracioso, esta mañana vino de
ganas y nuevamente cambió su nombre de hombre, por el de, Iguano Enano
Enamorado.
─¡Ah! ─Dijo
la Iguana Enana, que ahora estaba enamorada, al prefecto muy circunspecto, ─yo
quiero ser, Iguana Enana Enamorada.
─Muy bien
─dijo el prefecto muy circunspecto─ te llamarás, Iguana Enana Enamorada.
Se fue la
Iguana por el camino del mandarino, porque allí estaba su enamorado y cuando se
vieron, ¡cuando se vieron! no se besaron como pensaron, se prometieron amor eterno y no volvieron
a molestar al prefecto muy circunspecto, porque feliz llevaban en los zapatos, sus nuevos datos.
la mejor parte: el camino del mandarino, de resto esta horrible me recuerda al gato ensombrerado y me da miedo
ResponderEliminarHasta la próxima!