martes, 5 de enero de 2016

El juego: vocación y aptitud en el niño

Jugando, ¡el niño vuela!
    Tengo por costumbre preguntar a mi hija ¿qué hicieron de divertido hoy en la escuela? pregunta a la que ella automáticamente responde, “nada, salir a recreo”. Cada día hago la misma pregunta de forma diferente y es porque quizás espero una respuesta diferente, algo como esto: “Profesor, qué es lo que tiene ocho patas, tiene plumas y habla”, esa extraña adivinanza me la formuló un pequeño de quinto grado y yo me quedé pensando qué cosa tiene ocho patas, lenguaje y alas y luego de los intentos fallidos vino la respuesta del chico, “pues un caballo, un jinete y un pollito en ancas; si alguien me hubiese preguntado ese día, ¡Jesús! qué hiciste diferente hoy en la escuela, con gusto hubiese contestado, aprendí de un niño una nueva adivinanza, pero lamentablemente nadie está interesado en lo que uno puede aprender de los niños.
Lo cierto es que a la escuela no se asiste para hacer cosas divertidas, salvo ir a recreo a jugar pelota como bien responden los muchachos y al no haber diversión, pues no sienten entusiasmo por el conocimiento. El aprendizaje escolar se presenta ante el niño como una situación conflictiva por cuanto la escuela implica tristemente para ellos, leyes y sanciones. Olvidan los adultos que para acercarse al niño es necesario entrar al juego, meterse en su mundo y cabalgar en su fantasía, expresar su idioma que no significa hablar aniñado ni en diminutivo, sino usar el lenguaje lo más real posible, porque a ninguno de ellos le gusta que lo traten como niño.

Gabriel García Márquez nos dice, “Si a un niño se le pone frente a una serie de juguetes diversos, terminará por quedarse con uno que le guste más. Creo que esa preferencia no es casual, sino que revela en el niño una vocación y una aptitud que tal vez pasarían inadvertidas para sus padres despistados y sus fatigados maestros”. Esa vocación y esa aptitud no son otra que al amor al juego, a eso se refiere García Márquez y por eso el desinterés que muchas veces notamos en los alumnos a la hora de las prácticas escolares.

Vocación y aptitud, palabras mágicas que casi no se evidencian en el adulto y en especial en el maestro fatigado, pero sí en los niños y a cada momento lo demuestran sin reparar en lo oportuno de la situación, del lugar o de las personas que estén a su alrededor. Tenía mi hija cuatro años cuando jugábamos a ponerle nombre a las nubes: “aquella es un elefante montado en un pájaro”, “a mí me parece un hipopótamo comiendo algodón”, “la de allá es una jirafa con cabeza de nube” y la de más allá “un vendedor de nubes de queso”;  y ni hablar cuando en pleno centro comercial hacía que jugara con ella “periquita” o cuando tenía siete años que la inscribimos en danza y quería pasarse todo el trayecto a casa saltando: “¡no estoy saltando papá!, estoy ensayando los pasos que aprendí”, para ella todo aquello era un juego y a mí me sirve para ejemplificar la vocación y la aptitud de la que estoy hablando.

Hay un juego que aprendí en un taller de creación literaria que consiste en nombrar diferentes tipos de palabras: gordas (elefante, barril, ballena, hipopótamo) flacas (aguja, palillo, meñique) chistosas (payaso, chiste) y así se pueden inventar palabras de todos los tipos, sabores y colores. Lo traigo a colación porque cuando lo jugué con un grupo de alumnos en la escuela inventaron tantas, pero no solo palabras sino también oraciones, como esta: en el barril los hipopótamos bailaban con las ballenas mientras los elefantes esperan para entrar con el mar, en sus trompas, y así fueron creando oraciones para demostrar sus aptitudes y todo porque aquello les parecía tan maravilloso y en donde podían demostrar su talento.

El juego es la palabra clave para que los niños empiecen a despertar el interés por la lectura. Platón (427─347 a. C) en su libro La República, 536d – 537a ─Cierto─ dijo ─No emplees, pues, la fuerza, mi buen amigo, para instruir a los niños; que se eduquen jugando [L93] y así podrás también conocer mejor para qué está dotado cada uno de ellos.” Debe acercársele la literatura al niño a través de técnicas creativas con la intención de despertar en ellos la motivación por lo novedoso, por la lúdica, por un nuevo conocimiento que se imparta de manera agradable: de ahí que se debe partir con el desarrollo de prácticas de creación literarias estimulantes, de juegos literarios, de música, de danza, de teatro, de lecturas que los lleven por lugares geográficos desconocidos, fábulas, poesías.

Eso debería hacerse en las escuelas, juegos de preguntas generadoras que provoquen el choque de imágenes en el cerebro del participante, se debe buscar provocar el cuestionamiento en ellos, la necesidad de búsqueda de respuestas, y con ello lograremos generar placer, desarrollar la creatividad y la imaginación, la integración en la comunicación grupal.

Creo que una buena dosis de diversión en la niñez, de sana, orientada y gustosa diversión, alivia suficientemente la entrada del ser humano a la adultez. Una persona que desarrolle el sentido del humor, pero no el humor chabacano, sino el refinado, llega a tener una mejor visión del mundo que lo rodea; creo que es una fórmula mágica y por eso es importante al trabajar con niños procurar que las cosas se hagan lo más divertido posible.

Jugar es tan sencillo y ameno, pero tristemente los adultos no tenemos tiempo para nada y estamos condenados a la rutina diaria del trabajo y lo peor es que también queremos condenar a los pequeños,  líbrelos Dios de nuestros fracasos y permita que sigan alegrando el mundo con sus sonrisas porque de los adultos, la humanidad solo puede esperar amarguras. 



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